José Eusebio Caro Ibáñez (1817 1853)
Mi nombre es José Eusebio Caro Ibáñez nací el 5 de mayo de 1817 en Ocaña (Norte de Santander); mi casa está ubicada frente a la plazoleta de San Francisco que luego serviría de piedra angular para la sede del colegio que llevó el mismo nombre. Mis padres son Francisco Javier Caro y Nicolasa Ibáñez a la que más tarde inmortalicé con uno de mis novelas Nicolosa y Bernardina. En 1828 mi abuelo fallece y mi padre cae en la ceguera. Inicié mis estudios en el Colegio José M. Triana en Bogotá. De allí me pasé para el Colegio de San Bartolomé, en donde hice estudios de jurisprudencia, carrera en la que no logré doctorarme por mi precoz ingreso a las controversias políticas de mi época.
Ocupé cargos subalternos en el Ministerio de Hacienda y de Relaciones Exteriores. En 1836 junto con Joaquín Ortiz fundé el seminario La Estrella Nacional, y publiqué mis primeras poesías y ensayos con realidad social y políticas. Al estallar la Guerra Civil me uní a las tropas del general Pedro Alcántara Herrán y regresé a mi tierra natal el 20 de enero de 1841. El 3 de febrero de 1843 contraje matrimonio con Blasina Tobar Pinzón, (la mujer de la estuve enamorado toda mi vida) unión que trajo al mundo a Miguel Antonio (humanista y estadista y presidente de la República entre 1892 y 1896) y Margarita (primera dama de la Nación en el mandato de Carlos Holguín Mallarino entre 1888 y 1892). En 1848, fui ministro encargado del ministerio de Hacienda. En 1849, redacté junto con Mariano Ospina Rodríguez la primera declaración del Partido Conservador y publiqué el seminario La Civilización, que se caracterizó por la fuerte oposición a José Hilario López. Varios editoriales contra el gobierno me ocasionaron una condena a prisión que logré evitar huyendo del país a través de los Llanos Orientales y de ahí viajé hacia Nueva Cork (E. U. A.), en donde estuve por dos años 1850 y finales de 1852.
Como las comunicaciones por ese entonces eran lentas no fue posible que una de mis obras poéticas tuviera gran despliegue que se merecía por ser un excelente escrito. Como periodista redacté El Granadino, fui colaborador en El Amigo del Pueblo, El Águila de Júpiter, El Conservador, La República y El Nacional. En estos escritos sobresalí por mi pluma ágil, sobria, vigorosa y polémica. Mis escritos son: Héctor; Una lágrima de felicidad; El pobre; Estar contigo; En boca del último inca; El hacha del proscrito; Despedida de la patria; La hamaca del destierro; El alta mar (poema lírico por excelencia); La libertad y el socialismo. Mis fueron recopiladas y publicadas en irlanda, en 1857. En 1885, fueron reeditadas en Madrid, con lo cual comenzó a tener el alcance universal que merecía. (Pero quizás el mayor tributo que se le ha ofrecido a este poeta, para la interpretación de su obra, fue el estudio: “Las poesías de José Eusebio Caro”, que el Instituto Caro y Cuervo publicó en 1966). Los temas recurrentes de mi obra fueron Dios, la mujer, la muerte y la naturaleza, a los cuales supe arrancar nuevas sonoridades y combinaciones con temas afines, hasta erigirlos en símbolos. Pero yo, José Eusebio Caro, no sólo fui poeta y filósofo, sino también fui un hombre de ciencia.
A raíz de mis críticas políticas, usé para ello mi prosa mordaz, debido a este suceso permanecí en Nueva Cork desde 1850 hasta finales de 1852. Al regresar a Colombia lo hice por Argentina, lugar en donde adquirí la fiebre amarilla, que más tarde el 28 de enero de 1853 acabaría con mi vida y carrera política.
martes, 17 de marzo de 2009
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